La Carbayera de Granda: cocina asturiana en un clásico que no falla

Un clásico de toda la vida es, sin lugar a dudas, La Carbayera de Granda, una sidrería y parrilla bien conocida en la parroquia de Granda, en Gijón. Se trata de un gran restaurante que cuenta con salones para bodas y todo tipo de celebraciones, además de menús para grupos, merendero y zona de juegos para los más pequeños. Dispone, como no podía ser de otra forma, de zona de sidrería y restaurante, donde la parrilla es claramente la protagonista.

El local tiene la decoración típica de una sidrería asturiana: madera, ambiente bullicioso y acogedor, y ese punto tradicional que no falla. Hace unos días pude acercarme a cenar con un grupo, y os cuento aquí todo lo que probamos.

El servicio fue rápido, correcto y bastante amable durante toda la cena. Pedimos varios platos para compartir, tirando de clásicos de la cocina asturiana sin muchas complicaciones. Empezamos con unas croquetas de jamón, suaves y cremosas por dentro, aunque un pelín flojas de textura. El pastel de cabracho estaba correcto, acompañado de tostadas finas (detalle de agradecer, mucho más adecuadas que las gruesas para este tipo de patés). También cayeron un par de chorizos criollos con patatas, muy ricos y bien hecho.

Uno de los platos más originales fueron los chipirones afogaos en su tinta, sabrosos y con buena presentación. Me llamó la atención la mezcla, ya que normalmente los he probado o «afogaos» o «en su tinta», pero no ambas cosas a la vez. No estaban malos, aunque personalmente creo que les faltaba ese punto de sabor más intenso que suelen tener los chipirones cuando se preparan de una sola de esas dos formas.

También pedimos mejillones a la marinera, con salsa abundante y bien resuelta, y unas potentes patatas al cabrales, perfectas para rebañar con pan. El cachopo clásico de jamón y queso tampoco faltó: buena ración, bien hecho, sin sorpresas pero también sin errores, que no es poco.

No pedimos postre y la cuenta fue de unos 132 € para cuatro adultos y cuatro menores, lo cual me pareció bastante razonable teniendo en cuenta lo abundante de la comida.

La cena fue sencilla, sin grandes momentos pero también sin decepciones. Una cocina asturiana honesta y sabrosa, como se espera en este tipo de sitios, acompañada de pan, agua y, por supuesto, sidra.


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